PRE-TEXTOS

Queríamos hacer un minidiccionario en torno a la obra de José Lezama Lima.
En este blog están esos primeros intentos, más refinados en el plano textual que en el visual...
Una excusa para volver a empezar...

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REFLEJO
  
EL LECTOR ES EL ESPEJO

 

Lezama puede ser el ejemplo perfecto para describir la figura del autor manoseado por su contexto histórico. Defendido en algunos casos por los líderes políticos de su país, fue a su vez censurado y marginado por un sistema que vio en él los antivalores de un modelo que se intentaba validar por cualquier método. Sin embargo, más allá de eso, su obra lo salvo de ser un títere y su personalidad de ser un burócrata. Por eso busco identificar ahora, a través del concepto de reflejo una razón para justificar el valor de la  lectura de la obra de Lezama Lima.

El reflejo para mí es la forma en la que en la obra de Lezama, Oppiano Licario, se proyecta en sus lectores, haciendo de ellos como espejos, que dependiendo de su propia forma alteran las potencias de las imágenes generando no una historia, no un símbolo, sino una constante evocación a través de múltiples figuras que puede variar exponencialmente. Como el espejo que cambia lo que proyecta dependiendo de su tamaño, de su color, de la luz, de la pureza de su cristal o de su forma.

Existe en dicha obra de Lezama una red de conexiones simbólicas que representan un constante trascender del objeto original. Por objeto original quiero decir el punto literal al que el autor se refiere, por ejemplo: una fruta, un lugar o un personaje. Sin embargo, ese trascender no es siempre el mismo, no siempre es igual. Este trascender existe como una multiplicidad de posibilidades. Cada objeto que dentro de la obra lezamiana simboliza algo en un momento determinado de alguna narración, es susceptible a que su significado pueda ser reemplazado. Su potencia no es estática, ésta puede variar, tal vez porque el clima haya mojado y apagado una alegría, porque la puerta ya no esté entre abierta, porque el fuerte oleaje del mar no nos permita ver más reflejada la cara de nuestro héroe en el agua.

Estas conexiones simbólicas se construyen a partir de imágenes, son el camino y la relación que tienen aquellos reflejos que destellan en las retinas de algunas miradas bien direccionadas. Quienes susceptibles al lugar y a la luz pueden ver en el espejo lo que el artificio de la narración les brinda de una u otra manera.

Sin embargo, estás conexiones y trasmutaciones no se riegan ni se desbordan: sus adjetivos y descripciones aunque pueden hacer de una librería un templo y un castillo,  y puedan trascender el presente de una casa para convertirla en un parque donde pequeños niños jugarán, sus evocaciones y artificios tienen un camino y un sentido, que deja de alguna manera, cierta reminiscencia particular en cada uno de sus lectores.    

De esta manera nada pierde su coherencia, no se trata de una suerte de azares, todo entra en la red de significados simbólicos para que tampoco se pueda confundir nunca con la  verosimilitud de la lógica natural. Por eso la obra trasciende las simple evocaciones simbólicas para hacerlas parte de esta red donde toda acción potencial tiene su potencial reacción. Los símbolos son reflejos de otros símbolos que tal vez nosotros mismos no hayamos interpelado.

La red, en una metáfora en voz de Licario, se describe como una telaraña en una esquina. ¿Y de qué otra manera se puede ver una telaraña sino como una serie de potenciales caminos, que además señala una perspectiva que es a su vez una metáfora del tiempo futuro que viene hacia el presente uniendo en su simetría el destino en este tiempo?

Acá entran a operar todos los mecanismos que Sarduy describe como herramientas para la construcción de la obra neo barroca. La potencia del objeto a describir varía de magnitud dependiendo de la relación que el lector puede establecer con la obra, llevando a las conexiones construidas al espacio de las redes simbólicas, las cuales se fortalecen con el aprendizaje del lector. Sin embargo, es el lector quien finalmente es el reflejo de todo lo que en potencia se puede construir. El Lector es el espejo.

Qué pasa con las parodias si el lector no sabe a qué se hace referencia. Los artificios creados por Lezama nos abruman en imágenes que proliferan y que nos envuelven, nos distraen del punto central que frecuentemente cambia, así como el significado de la imagen puede condensarse hasta que la sutileza más desprevenida guarde en sí toda la fuerza potencial  del símbolo. 

Es esta flexibilidad de la obra, que aunque suene contradictor con el rótulo de barroco al que este autor ha estado encadenado, le permite trascender los límites del tiempo y los paradigmas de la historia. Ubicado en un contexto determinado y turbulento, su obra no se aferra a él, ésta temporalmente pertenece a otra esfera que no es rígida como el tiempo y la historia, pues sus símbolos al variar tanto dentro de la obra como fuera de ella, no se desgastan ni se envejecen, varían en las infinitas ponencias de sus potenciales lectores. 

BIBLIOGRAFÍA
  • Lima, José. Oppiano Licario. 1977, México DF, Biblioteca Era.


Juan Sebastián Jaramillo
Cátedra Lezama Lima
Presentado a Mónica del Valle

Cátedra de Autor José Lezama Lima. Con la tecnología de Blogger.
 

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