EL LECTOR ES EL ESPEJO
Lezama puede ser el ejemplo perfecto para describir la
figura del autor manoseado por su contexto histórico. Defendido en algunos casos
por los líderes políticos de su país, fue a su vez censurado y marginado por un
sistema que vio en él los antivalores de un modelo que se intentaba validar por
cualquier método. Sin embargo, más allá de eso, su obra lo salvo de ser un
títere y su personalidad de ser un burócrata. Por eso busco identificar ahora,
a través del concepto de reflejo una
razón para justificar el valor de la lectura de la obra de Lezama Lima.
El reflejo para mí
es la forma en la que en la obra de Lezama, Oppiano Licario, se proyecta en sus
lectores, haciendo de ellos como espejos, que dependiendo de su propia forma
alteran las potencias de las imágenes generando no una historia, no un símbolo,
sino una constante evocación a través de múltiples figuras que puede variar exponencialmente.
Como el espejo que cambia lo que proyecta dependiendo de su tamaño, de su
color, de la luz, de la pureza de su cristal o de su forma.
Existe en dicha obra de Lezama una red de conexiones
simbólicas que representan un constante trascender del objeto original. Por
objeto original quiero decir el punto literal al que el autor se refiere, por
ejemplo: una fruta, un lugar o un personaje. Sin embargo, ese trascender no es
siempre el mismo, no siempre es igual. Este trascender existe como una
multiplicidad de posibilidades. Cada objeto que dentro de la obra lezamiana
simboliza algo en un momento determinado de alguna narración, es susceptible a
que su significado pueda ser reemplazado. Su potencia no es estática, ésta
puede variar, tal vez porque el clima haya mojado y apagado una alegría, porque
la puerta ya no esté entre abierta, porque el fuerte oleaje del mar no nos
permita ver más reflejada la cara de nuestro héroe en el agua.
Estas conexiones simbólicas se construyen a partir de
imágenes, son el camino y la relación que tienen aquellos reflejos que
destellan en las retinas de algunas miradas bien direccionadas. Quienes
susceptibles al lugar y a la luz pueden ver en el espejo lo que el artificio de
la narración les brinda de una u otra manera.
Sin embargo, estás conexiones y trasmutaciones no se riegan
ni se desbordan: sus adjetivos y descripciones aunque pueden hacer de una
librería un templo y un castillo, y
puedan trascender el presente de una casa para convertirla en un parque donde
pequeños niños jugarán, sus evocaciones y artificios tienen un camino y un
sentido, que deja de alguna manera, cierta reminiscencia particular en cada uno
de sus lectores.
De esta manera nada pierde su coherencia, no se trata de una
suerte de azares, todo entra en la red de significados simbólicos para que
tampoco se pueda confundir nunca con la verosimilitud de la lógica natural. Por eso la
obra trasciende las simple evocaciones simbólicas para hacerlas parte de esta
red donde toda acción potencial tiene su potencial reacción. Los símbolos son
reflejos de otros símbolos que tal vez nosotros mismos no hayamos interpelado.
La red, en una metáfora en voz de Licario, se describe como
una telaraña en una esquina. ¿Y de qué otra manera se puede ver una telaraña
sino como una serie de potenciales caminos, que además señala una perspectiva
que es a su vez una metáfora del tiempo futuro que viene hacia el presente
uniendo en su simetría el destino en este tiempo?
Acá entran a operar todos los mecanismos que Sarduy describe
como herramientas para la construcción de la obra neo barroca. La potencia del
objeto a describir varía de magnitud dependiendo de la relación que el lector puede
establecer con la obra, llevando a las conexiones construidas al espacio de las
redes simbólicas, las cuales se fortalecen con el aprendizaje del lector. Sin
embargo, es el lector quien finalmente es el reflejo de todo lo que en potencia
se puede construir. El Lector es el espejo.
Qué pasa con las parodias si el lector no sabe a qué se hace
referencia. Los artificios creados por Lezama nos abruman en imágenes que
proliferan y que nos envuelven, nos distraen del punto central que frecuentemente
cambia, así como el significado de la imagen puede condensarse hasta que la sutileza
más desprevenida guarde en sí toda la fuerza potencial del símbolo.
Es esta flexibilidad de la obra, que aunque suene
contradictor con el rótulo de barroco al que este autor ha estado encadenado,
le permite trascender los límites del tiempo y los paradigmas de la historia. Ubicado
en un contexto determinado y turbulento, su obra no se aferra a él, ésta
temporalmente pertenece a otra esfera que no es rígida como el tiempo y la
historia, pues sus símbolos al variar tanto dentro de la obra como fuera de
ella, no se desgastan ni se envejecen, varían en las infinitas ponencias de sus
potenciales lectores.
BIBLIOGRAFÍA
- Lima, José. Oppiano Licario. 1977, México DF, Biblioteca Era.
Juan Sebastián Jaramillo
Cátedra
Lezama Lima
Presentado a Mónica del Valle